Una de las cosas más llamativas de la población de Totnes es su edad media. La primera impresión -y tambien la quinta y la decimocuarta- es de ser un pueblo anormalmente envejecido. Seguramente, contribuyen a esta imagen dos factores: el primero es que una amplia mayoría de mujeres de edad madura no se tiñen, es decir, lucen sus canas al viento sin pudor y con fascinante seguridad en sí mismas (lo cual, por cierto, me ha hecho más fácil afrontar esa procelosa travesía a mí misma, que me he puesto a ello). El segundo factor es que, a los diferentes eventos a los que hemos acudido o actividades varias en las que hemos participado, asoman hombres y mujeres de edad avanzada –por no decir provecta- en tropel, mientras que una se pregunta dónde se han metido los y las jóvenes en este pueblo.
La región de Devon, y Totnes en particular, parece ser un destino muy apreciado por la clase media y media-alta de jubilados ingleses para establecer su última residencia, de modo que seguramente esto desequilibra la pirámide. Pero, más allá de las causas, lo interesante del caso es que muchos de los y las maduras que pueblan la zona –sean residentes de toda la vida o advenedizos- siguen estando admirablemente activos.
Discreta imagen de grupo Walk&Talk |
Una de sus integrantes, Peggy, es desde hace semanas nuestra compañera de intercambio lingüístico, y su calendario semanal está cuajado de “appointments”: el “Walk and Talk” para sus piernas, el español para su cerebro, la reunión del Women´s Institute para su socialización cultural… y algunas más que se me olvidan.
Con nuestro fantástico Bruce, gran profesor y mejor tipo, de excursión en el Dartmoor National Park |
La oferta de actividades para este perfil de “maduro/a con tiempo y/o recursos suficientes” es variadísima, y así tenemos: un montón de coros; cursos y clases de todo tipo de temáticas y habilidades artísticas, manuales o lingüísticas; charlas sin fin; reuniones y eventos en las diversas iglesias y cultos del pueblo (metodista, cuáquera, anglicana, budista…); terapias de todos los colores; y actividades de participación comunitaria en temas de voluntariado social o ambiental, por ejemplo, las convocatorias relacionadas con la creación y mantenimiento de jardines y pequeños huertos urbanos.
Sin ir más lejos, el sábado pasado participamos en una jornada de trabajo en el Follaton Garden (eviten las risitas, por favor, que se lee "fólaton"), donde estuvimos preparando para el invierno a los delicados nogalitos que han estado plantando durante estos años pasados (un centenar). El grupo de trabajo casi se duplicó a nuestra llegada y cayó en picado su media de edad... Pero ¡oh, sorpresa!, ¿quién era la coordinadora de éste y otros proyectos de jardinería comunitaria? Pues sí, habéis adivinado, la abuelita de la derecha.
Momento té, tras el trabajo, en un día típicamente otoñal, o sea, mojado |
Pero nada es comparable con la impresión recibida -también ayer, por la tarde- al llegar, con unos minutos de retraso, al local donde se anunciaba una sesión de “danzas del mundo” (¡¡Anna Maria, tenías que haber estado allí!!): un racimo de unas 15 septuagenarias seguía, con llamativa seguridad, los pasos que enseñaba la profesora, de unos 57 bien cumplidos.
Mi llegada bajó un poco la media de edad, subió mi autoestima y me hizo pensar en una posible jubilación en Devon. Definitivamente, Totnes es un buen país para viejas.