viernes, 18 de marzo de 2016

Guerra, mujeres y jardines comestibles

En una entrada anterior, dedicada a los Rincones verdes de Totnes, dimos un paseo por los pequeños parques del pueblo. Hoy voy a hablar de otro tipo de “zonas verdes”, a veces micro-zonas, que salpican aquí y allá las calles con la intención de demostrar que, además de belleza, respiro y juego, estos espacios urbanos también pueden ofrecer alimentos.

Pero, para empezar, vamos a hacer una breve incursión histórica que ayude a entender mejor esta curiosa afición a los jardines comestibles.

Inglaterra tiene fama de estar poblada de jardineros aficionados, que en sus ratos libres se aplican al cuidado de su parche de verdor doméstico y recortan el césped con todo esmero. Pero no es tan frecuente la imagen del inglés dedicado a una actividad más productiva, la de criar plantas para comer… Vemos a los ingleses como jardineros, no como hortelanos.


Empleados del metro de Londres cuidando sus coles
En mi caso, yo tenía una vaga idea acerca de la transformación, de jardines y solares de pueblos y ciudades, en campos de cultivo y huertos, para hacer frente a la escasez de alimentos que sufrió el país durante la segunda guerra mundial. Pero la historia es realmente fascinante, y la he descubierto gracias a un libro, Jambusters (soy incapaz de traducir el título), sobre el impresionante papel que tuvo una red de mujeres rurales, los llamados Women’s Institutes, durante el periodo de guerra. 
Esta organización estaba integrada, en 1939, por 5.546 “institutos locales” (sólo en Inglaterra, pues Escocia tenía su propia red), que sumaban 328.000 mujeres del medio rural. Era la principal asociación femenina inglesa y, a excepción de los más grandes sindicatos, era de hecho mayor que cualquier otra organización del país. Pues bien, esta red de extraordinario alcance (estructurada a nivel local, de condado y estatal) tenía un recorrido de más de dos décadas cuando estalló la guerra, y había alcanzado influencia suficiente como para introducir cambios legislativos en materias de lo más variado (desde la organización de enfermeras de distrito hasta la contaminación de las playas británicas, pasando por los baños de las estaciones de tren).

"These are critical times, but we shall get through them, and the harder we dig for victory the sooner will the roses be with us." (C.H. Middleton, 1940) “Son tiempos críticos, pero debemos pasar por ellos, y cuanto más duramente cavemos por la victoria, antes disfrutaremos de las rosas”. De este poético párrafo, extrajo el gobierno británico su famoso eslogan “Dig for Victory” (algo así como “cavar para vencer”) para la campaña que lanzó promoviendo la producción de más comida en jardines y parcelas. 

Aunque la campaña se dirigía a toda la población, las expectativas del gobierno estaban puestas, en buena medida, en el papel que los Women’s Institutes (WI) pudieran jugar. Las mujeres fueron animadas a plantar cultivos de raíz para el invierno, a cosechar y conservar todo lo que pudieran de jardines, huertos, setos y bosques, así como a criar todo tipo de animales con utilidad alimentaria. “Con azúcar o sin ella, nuestras miembros van a ser esenciales en la recuperación para un uso futuro de cientos de toneladas de frutos de la tierra de nuestros jardines y huertos domésticos.”
La maquinaria de la red de WI se puso en marcha… Se convocaron charlas y talleres prácticos, se organizaron plantaciones colectivas, la revista del WI se llenó de historias de éxito sobre grupos de mujeres, muchas de ellas novatas hortelanas, que informaban de sus primeras cosechas… También se llevó a cabo una considerable labor educativa sobre la preservación de alimentos que, entre otras cosas, condujo a la masiva producción de mermeladas y otras conservas (la excepcional cosecha de 1940, por ejemplo, dio lugar a la fabricación de 1000 toneladas de mermelada por parte de los grupos locales del WI).

 
Un aspecto menos conocido de esta labor es la contribución de las mujeres del WI a la recolección y secado de frutos y hojas con finalidad medicinal, que aliviaran la escasez de medicamentos básicos anteriormente importados. Por ejemplo, durante aquellos años la industria farmacéutica inglesa tuvo que procesar ingentes cantidades de hoja de digital (Digitalis purpurea), utilizada para el tratamiento de enfermedades coronarias, y a esta tarea contribuyó el WI impulsando y organizando la recolección. En algunos casos, los grupos locales contaron con el consejo de expertos botánicos, como el Dr. W.O. James de la Universidad de Oxford, que diseñó un protocolo de recolecta y secado, e incluso de cultivo doméstico. “El Dr. James nos pide que destaquemos que (el posible beneficio económico) será muy pequeño. La gente no debe esperar sacar dinero de esto, más bien debe considerarlo como un servicio a la nación, con el cual puede ayudar al abastecimiento de medicinas que salvan vidas y que no estarían disponibles de otro modo.”

Niños recogiendo escaramujos
La tarea de recolección y secado de Digitalis fue tan exitosa que se amplió a otras plantas, como diente de león, ortiga, castaño y escaramujo. Hacia el final de la guerra, la demanda de escaramujo (el fruto del rosal silvestre o Rosa canina) creció enormemente y el gobierno pidió, al WI y otras entidades, su colaboración para la recogida de 500 toneladas.


Este fruto contiene una concentración de vitamina C muy alta, de modo que la falta de cítricos se suplió con un jarabe de escaramujo que se daba a los niños como complemento alimenticio (los escolares británicos, por cierto, también colaboraron en la recogida). En 1942, el consejo del Sistema de Plantas Medicinales escribió agradeciendo a los grupos del WI su trabajo de recolección, y en especial a aquellos que lo hicieron de forma gratuita, y se realizó una película sobre el uso de la digital para que las mujeres pudieran comprobar el valor del trabajo que había desarrollado.

En fin, dejo aquí la excursión por las andanzas del WI pues, con estas breves notas del libro de Jambusters, sólo pretendía compartir mi entusiasmo por este episodio histórico e ilustrar una impresión: creo que la condición insular del Reino Unido, el carácter práctico de sus gentes y su sentido comunitario, reforzado con toda seguridad en las situaciones críticas, están en la raíz de ese peculiar movimiento social que, desde hace unos años, viene proponiendo la conversión de parcelas y rincones urbanos en jardines comestibles, con una utilidad más demostrativa que real.

Uno se pasea por el pueblecito de Totnes y se encuentra, aquí y allá, con maceteros, medianas y pequeñas parcelas, que invitan a servirse de la variedad de plantas disponibles, aptas para el consumo. Detrás de esto no hay mucho más que un grupo pequeño de voluntarios, coordinados por una extraordinaria mujer en sus setentaytantos, Wendy, que se encuentran un par de veces al mes para realizar las tareas básicas de cuidado y mantenimiento.


La abuelita jardinera, Wendy, a la derecha
También existen proyectos de más calado, que se desarrollan en zonas verdes más extensas, como los jardines de Follaton o Bridgetown, en los que se han plantado y se cuidan unos centenares de árboles frutales y arbustos con utilidad alimentaria o medicinal. Nuevamente, y aunque la colaboración del ayuntamiento haya sido necesaria para poner en marcha el proceso, el mantenimiento recae en personas voluntarias que ceden unas horas al mes a estas tareas.

Plantación de frutales plantados en Follaton


En el caso de Totnes, este grupo de personas está relacionado con la organización Transition Town Totnes, que trata desde hace años de concienciar sobre la necesidad de reforzar la capacidad de las comunidades locales para autoabastecerse de los recursos básicos (alimentos, energía, saberes tradicionales, etc.) y prepararse para hacer frente a las dificultades que el cambio climático y la escasez energética traerán en un futuro no lejano. También en Inglaterra surgió, con parecidos objetivos, el movimiento Incredible and Edible (Increíble y Comestible), que ha dado fama internacional al pueblo donde nació Todmorden.

Para la mentalidad española media, estas ideas resultarán totalmente excéntricas, también lo son para la mayoría de los británicos… Sin embargo, una activa minoría se ha puesto los guantes y calzado las botas de agua y ha iniciado proyectos muy variados de horticultura y jardinería comestible, con la intención explícita, entre otras, de entrenarse en el autoabastecimiento alimentario.

En el entorno de Totnes, un lugar especial también dentro del contexto británico, abundan las iniciativas relacionadas con la recuperación de la actividad agrícola ambientalmente respetuosa, y que cuentan además con la colaboración de voluntarios: Land Project Network, Foxhole Community Garden, School Farm Community Supported Agriculture... Entre ellas, también existe un ejemplo peculiar de esta corriente, en su variante agroforestal. Martin Crawford es un tipo que compró hace unos veinte años una parcela en el cercano pueblo de Dartington y comenzó a aplicar las técnicas de la permacultura para transformarla en un jardín de árboles y arbustos comestibles que pudiera mantenerse con el mínimo de esfuerzo y energía. En este enlace podéis ver un corto de su interesante experimento.

En fin, a muchos amigos en España, implicados en proyectos de huertos urbanos, quizá no les sorprenda el ejemplo inglés. A mí sí me ha admirado la variedad de iniciativas y de personas que las apoyan, muchas de ellas por cierto con edades en las que una no se las imagina doblando el espinazo. Quizá influya, efectivamente, el recuerdo vivo de los tiempos difíciles en los que hubo que sacarse las castañas del fuego… y las patatas del suelo.


2 comentarios:

  1. jo, casi haces que deseemos ser mujer para poder estar en la lucha!
    ;-)
    bromas aparte; estupendo saber de ti y no lo dudes yo tb te mantengo en mis pensamientos.
    Animo en la aventura! ya iremos contando.

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  2. Muy interesante. Yo había oido mucho de los huertos caseros en USA en la WWII. Es algo parecido.
    https://en.wikipedia.org/wiki/Victory_garden

    Los carteles son fantásticos, deberíamos relanzarlos !

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