jueves, 31 de marzo de 2016

"Feeling at home" en Totnes


Vivir durante unos meses en un lugar pequeño te permite sumarte con rapidez a su paisaje humano, sentirte parte del vecindario. En Totnes he sentido eso, he acabado incorporando caras y voces a mi cotidianidad, y completos desconocidos han venido a convertirse en compañeros habituales.

En la calle principal, en el mercado, paseando por el río, en la biblioteca, en el tren, haciendo la compra… acabas cruzándote con un nutrido grupo de personas que se hacen familiares, a la vez que mantienen el atractivo de lo diferente. Porque, llamadme snob, pero la barrera lingüística y cultural envuelve en un halo de cierto misterio a la gente, de modo que un carnicero de Totnes, por poner un ejemplo, tiene un glamur del que carece uno de Segovia.

Pero, aparte del idioma y de la peculiaridad de la british people (leed, por favor, este iluminador artículo: ¿Por qué los británicos son tan raros?), en Totnes, definitivamente, hay un plus de excepcionalidad. Y, como muestra, un botón: a continuación os presentaré, en larga retahíla, algunas de las personas que se han cruzado conmigo a lo largo de estos meses, y que han formado parte de mi “paisanaje”. 

Con algunas no he intercambiado palabra, aunque sí una mirada, una sonrisa, un saludo o un “sorry!” (of course). Con otras, he compartido una cerveza, alguna cena y un rato de conversación. Unas pocas, confío en que sigan conmigo una vez regrese a España, pues se han convertido en amigos. Ahí va:

La abuelita de la gabardina roja, que pasea diariamente a sus tres perritos. 
Los homeless habituales: el joven pelirrojo; el del sombrero de ala que vende el Big Issue con una permanente sonrisa casi budista; o el de la mochila negra, que cualquiera confundiría con un turista de paso, que canta en la High Street con mala voz y que, al parecer, es psicólogo.
Sophie, casi dos metros de altura semiocultos bajo una pamela, larga melena cana, poncho y falda larga… Una mujer, aún metida en cuerpazo masculino, con una voz suave y expresión muy tierna. Es voluntaria en la tienda de Oxfam.
El “antiguo”, un hombre en su cuarentena, padre de familia, que siempre, siempre, va vestido y peinado como si acabase de salir de una novela de Jane Austen.
Karli, rara avis adolescente, que nos asaltó por la calle para hablar español porque le encantan los idiomas y es autodidacta en varios de ellos (árabe, entre otros). Así que le “adoptamos” los lunes por la tarde para charlar.
El músico del litófono, un cincuentón con aspecto hippy que, de vez en cuando, toca en la calle su curioso instrumento, hecho de placas de pizarra, cuerda y bambú.
La septuagenaria Wendy, hermosa y ligera en su bicicleta, y siempre presente, trabajando en los jardines o en cualquier evento que organice Transition Town Totnes.
Jonni, joven encantador, enamorado de España, que vende raciones de arroz en su puesto “Hermanos Paella” del mercadillo gastronómico. Actualmente, se entrena en el dominio de la técnica del churro y la porra.
Peggy, entusiasta jubilada con la que he hecho intercambio de idiomas estos meses, pues sueña con pasar los meses de invierno en España.
Jaquie, alcaldesa verde de Totnes, una mujer pequeña con una apariencia de fortaleza y dignidad que animan a confiar en ella. Coordina las sesiones de cine ambiental de Transition Town Totnes.
Mi cajera favorita del supermercado Morrisons que, con sus cincuenta bien cumplidos, adorna su pelo cano, recogido en moño perfecto, con una diadema de diamantes de plastiquillo. Cuando le dije que parecía una princesa, me respondió digna y sonriente: “I am a princess!”
Y otra mujer de pelo blanco, también pegada siempre a su bicicleta, y especializada en otro tipo de “servicio a la comunidad”: ha enganchado un carrito a su bici y se dedica a rescatar todo objeto aún útil de la basura, transportándolo luego al Recycling Centre, e incluso comida, aún en buen estado, que las tiendas y supermercados desechan por alguna razón… Is not amazing?
Esta vez transportaba flores para vender en el mercadillo, pero juro que no es el uso habitual de su carrito
Y, para no hacerme larga, acabo, ¡cómo no!, con dos totnesianos de adopción, españoles de cuna, que han hecho nuestra vida aquí más cálida, interesante y divertida:

Emilio, profesional del cine documental y excelente persona, que llegó hace ocho años atraído por la permacultura y el movimiento de transición, y que hoy sigue aquí, entre otras razones, porque hay un río, que es un ingrediente importante de su olla de la felicidad.
Y Libertad, creativa, intuitiva y generosa, que lo mismo da clases de español, que organiza un espectáculo flamenco, que te pinta un retrato naif, que se arranca con un “Al Alba” aflamencada que deja al pub entero en silencio.

Sí, estos han sido mis vecinos, entre otros pocos miles a los que debo unos meses preciosos. Totnes ha sido mi particular Cicely (aquel pueblecito de Alaska al que enviaron al Dr. Joel Fleishman), por la cantidad de personajes originales, artistas, locos y solitarios. Aunque también me ha recordado a La Granja, con su toque pijete (aquí se dice “posh”) y su importante población de rentistas, herederos y beneficiarios de remuneración de origen incierto. Y, por supuesto, ha sido lo más parecido que he experimentado a vivir en una especie de ecoaldea, con su eco-revuelto de hippies, neohippies, transicionales, esotéricos, terapeutas y visionarios. 

Así que no puedo por más que gritar un entusiasta “THANK YOU SO MUCH, TOTNES!”

viernes, 18 de marzo de 2016

Guerra, mujeres y jardines comestibles

En una entrada anterior, dedicada a los Rincones verdes de Totnes, dimos un paseo por los pequeños parques del pueblo. Hoy voy a hablar de otro tipo de “zonas verdes”, a veces micro-zonas, que salpican aquí y allá las calles con la intención de demostrar que, además de belleza, respiro y juego, estos espacios urbanos también pueden ofrecer alimentos.

Pero, para empezar, vamos a hacer una breve incursión histórica que ayude a entender mejor esta curiosa afición a los jardines comestibles.

Inglaterra tiene fama de estar poblada de jardineros aficionados, que en sus ratos libres se aplican al cuidado de su parche de verdor doméstico y recortan el césped con todo esmero. Pero no es tan frecuente la imagen del inglés dedicado a una actividad más productiva, la de criar plantas para comer… Vemos a los ingleses como jardineros, no como hortelanos.


Empleados del metro de Londres cuidando sus coles
En mi caso, yo tenía una vaga idea acerca de la transformación, de jardines y solares de pueblos y ciudades, en campos de cultivo y huertos, para hacer frente a la escasez de alimentos que sufrió el país durante la segunda guerra mundial. Pero la historia es realmente fascinante, y la he descubierto gracias a un libro, Jambusters (soy incapaz de traducir el título), sobre el impresionante papel que tuvo una red de mujeres rurales, los llamados Women’s Institutes, durante el periodo de guerra. 
Esta organización estaba integrada, en 1939, por 5.546 “institutos locales” (sólo en Inglaterra, pues Escocia tenía su propia red), que sumaban 328.000 mujeres del medio rural. Era la principal asociación femenina inglesa y, a excepción de los más grandes sindicatos, era de hecho mayor que cualquier otra organización del país. Pues bien, esta red de extraordinario alcance (estructurada a nivel local, de condado y estatal) tenía un recorrido de más de dos décadas cuando estalló la guerra, y había alcanzado influencia suficiente como para introducir cambios legislativos en materias de lo más variado (desde la organización de enfermeras de distrito hasta la contaminación de las playas británicas, pasando por los baños de las estaciones de tren).

"These are critical times, but we shall get through them, and the harder we dig for victory the sooner will the roses be with us." (C.H. Middleton, 1940) “Son tiempos críticos, pero debemos pasar por ellos, y cuanto más duramente cavemos por la victoria, antes disfrutaremos de las rosas”. De este poético párrafo, extrajo el gobierno británico su famoso eslogan “Dig for Victory” (algo así como “cavar para vencer”) para la campaña que lanzó promoviendo la producción de más comida en jardines y parcelas. 

Aunque la campaña se dirigía a toda la población, las expectativas del gobierno estaban puestas, en buena medida, en el papel que los Women’s Institutes (WI) pudieran jugar. Las mujeres fueron animadas a plantar cultivos de raíz para el invierno, a cosechar y conservar todo lo que pudieran de jardines, huertos, setos y bosques, así como a criar todo tipo de animales con utilidad alimentaria. “Con azúcar o sin ella, nuestras miembros van a ser esenciales en la recuperación para un uso futuro de cientos de toneladas de frutos de la tierra de nuestros jardines y huertos domésticos.”
La maquinaria de la red de WI se puso en marcha… Se convocaron charlas y talleres prácticos, se organizaron plantaciones colectivas, la revista del WI se llenó de historias de éxito sobre grupos de mujeres, muchas de ellas novatas hortelanas, que informaban de sus primeras cosechas… También se llevó a cabo una considerable labor educativa sobre la preservación de alimentos que, entre otras cosas, condujo a la masiva producción de mermeladas y otras conservas (la excepcional cosecha de 1940, por ejemplo, dio lugar a la fabricación de 1000 toneladas de mermelada por parte de los grupos locales del WI).

 
Un aspecto menos conocido de esta labor es la contribución de las mujeres del WI a la recolección y secado de frutos y hojas con finalidad medicinal, que aliviaran la escasez de medicamentos básicos anteriormente importados. Por ejemplo, durante aquellos años la industria farmacéutica inglesa tuvo que procesar ingentes cantidades de hoja de digital (Digitalis purpurea), utilizada para el tratamiento de enfermedades coronarias, y a esta tarea contribuyó el WI impulsando y organizando la recolección. En algunos casos, los grupos locales contaron con el consejo de expertos botánicos, como el Dr. W.O. James de la Universidad de Oxford, que diseñó un protocolo de recolecta y secado, e incluso de cultivo doméstico. “El Dr. James nos pide que destaquemos que (el posible beneficio económico) será muy pequeño. La gente no debe esperar sacar dinero de esto, más bien debe considerarlo como un servicio a la nación, con el cual puede ayudar al abastecimiento de medicinas que salvan vidas y que no estarían disponibles de otro modo.”

Niños recogiendo escaramujos
La tarea de recolección y secado de Digitalis fue tan exitosa que se amplió a otras plantas, como diente de león, ortiga, castaño y escaramujo. Hacia el final de la guerra, la demanda de escaramujo (el fruto del rosal silvestre o Rosa canina) creció enormemente y el gobierno pidió, al WI y otras entidades, su colaboración para la recogida de 500 toneladas.


Este fruto contiene una concentración de vitamina C muy alta, de modo que la falta de cítricos se suplió con un jarabe de escaramujo que se daba a los niños como complemento alimenticio (los escolares británicos, por cierto, también colaboraron en la recogida). En 1942, el consejo del Sistema de Plantas Medicinales escribió agradeciendo a los grupos del WI su trabajo de recolección, y en especial a aquellos que lo hicieron de forma gratuita, y se realizó una película sobre el uso de la digital para que las mujeres pudieran comprobar el valor del trabajo que había desarrollado.

En fin, dejo aquí la excursión por las andanzas del WI pues, con estas breves notas del libro de Jambusters, sólo pretendía compartir mi entusiasmo por este episodio histórico e ilustrar una impresión: creo que la condición insular del Reino Unido, el carácter práctico de sus gentes y su sentido comunitario, reforzado con toda seguridad en las situaciones críticas, están en la raíz de ese peculiar movimiento social que, desde hace unos años, viene proponiendo la conversión de parcelas y rincones urbanos en jardines comestibles, con una utilidad más demostrativa que real.

Uno se pasea por el pueblecito de Totnes y se encuentra, aquí y allá, con maceteros, medianas y pequeñas parcelas, que invitan a servirse de la variedad de plantas disponibles, aptas para el consumo. Detrás de esto no hay mucho más que un grupo pequeño de voluntarios, coordinados por una extraordinaria mujer en sus setentaytantos, Wendy, que se encuentran un par de veces al mes para realizar las tareas básicas de cuidado y mantenimiento.


La abuelita jardinera, Wendy, a la derecha
También existen proyectos de más calado, que se desarrollan en zonas verdes más extensas, como los jardines de Follaton o Bridgetown, en los que se han plantado y se cuidan unos centenares de árboles frutales y arbustos con utilidad alimentaria o medicinal. Nuevamente, y aunque la colaboración del ayuntamiento haya sido necesaria para poner en marcha el proceso, el mantenimiento recae en personas voluntarias que ceden unas horas al mes a estas tareas.

Plantación de frutales plantados en Follaton


En el caso de Totnes, este grupo de personas está relacionado con la organización Transition Town Totnes, que trata desde hace años de concienciar sobre la necesidad de reforzar la capacidad de las comunidades locales para autoabastecerse de los recursos básicos (alimentos, energía, saberes tradicionales, etc.) y prepararse para hacer frente a las dificultades que el cambio climático y la escasez energética traerán en un futuro no lejano. También en Inglaterra surgió, con parecidos objetivos, el movimiento Incredible and Edible (Increíble y Comestible), que ha dado fama internacional al pueblo donde nació Todmorden.

Para la mentalidad española media, estas ideas resultarán totalmente excéntricas, también lo son para la mayoría de los británicos… Sin embargo, una activa minoría se ha puesto los guantes y calzado las botas de agua y ha iniciado proyectos muy variados de horticultura y jardinería comestible, con la intención explícita, entre otras, de entrenarse en el autoabastecimiento alimentario.

En el entorno de Totnes, un lugar especial también dentro del contexto británico, abundan las iniciativas relacionadas con la recuperación de la actividad agrícola ambientalmente respetuosa, y que cuentan además con la colaboración de voluntarios: Land Project Network, Foxhole Community Garden, School Farm Community Supported Agriculture... Entre ellas, también existe un ejemplo peculiar de esta corriente, en su variante agroforestal. Martin Crawford es un tipo que compró hace unos veinte años una parcela en el cercano pueblo de Dartington y comenzó a aplicar las técnicas de la permacultura para transformarla en un jardín de árboles y arbustos comestibles que pudiera mantenerse con el mínimo de esfuerzo y energía. En este enlace podéis ver un corto de su interesante experimento.

En fin, a muchos amigos en España, implicados en proyectos de huertos urbanos, quizá no les sorprenda el ejemplo inglés. A mí sí me ha admirado la variedad de iniciativas y de personas que las apoyan, muchas de ellas por cierto con edades en las que una no se las imagina doblando el espinazo. Quizá influya, efectivamente, el recuerdo vivo de los tiempos difíciles en los que hubo que sacarse las castañas del fuego… y las patatas del suelo.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Los rescatadores de verduras


Food in Community es uno de los proyectos que hemos conocido en Totnes y que nos ha parecido sencillamente genial. Es una pequeña empresa social que la pareja formada por David Markson y Laurel Ellis creó en marzo de 2013. Ésta es su historia...

Acababan de terminar un curso de horticultura, en el que habían comprobado con horror cómo los granjeros tenían que enterrar, compostar o dar a los animales parte de la producción, perfectamente comestible, porque resultaba antieconómico cosecharla o imposible venderla. Por tanto, se plantearon crear un proyecto laboral cuyo objetivo sería abordar dos problemas relacionados con la alimentación: el desperdicio y la alimentación de baja calidad.

Con esta intención de promover una economía alimentaria más sostenible, han establecido relaciones comerciales, por un lado, con productores locales orgánicos con sobreproducción o con frutas o verduras fuera de tallaje, entre ellos Riverford Organic Farms, Tideford Organic o School Farm CSA, para rescatar esa producción “descartable” para la alimentación humana. Después, han encontrado destino para ellas en diversas organizaciones sociales que proporcionan comida a públicos variados, centros de educación infantil, colegios, centros juveniles y otras iniciativas sociales, de forma que éstas¡s gastan menos en supermercados y utilizan más alimentos de calidad y producción sostenible.

Según sus cifras, en torno a 40 toneladas de alimentos se han recuperado y distribuido a alrededor de una decena de organizaciones en los dos años de funcionamiento de la empresa. Pero, además de esta actividad, que es la principal, han puesto en marcha un par de proyectos complementarios muy interesantes: las sesiones de cocina “Out to Lunch” y el “Pay what you feel” Café.

Las sesiones Out to Lunch son pequeños talleres para enseñar nociones básicas de cocina a hombres mayores. La idea es crear un ambiente cordial de trabajo en equipo, de modo que los hombres se interesen en la cocina, preparen juntos un menú que luego se llevan a casa y, de paso, hagan nuevos amigos. Uno de los participantes, Rod, de 70 años, comenta: “debe haber un montón de personas, particularmente hombres, en la comunidad que no han tenido la oportunidad de aprender a cocinar… quizá dar información en los consultorios médicos sería útil sobre todo para gente que vive sola… los doctores pueden detectar a personas solas o que no están cuidando de sí mismas en términos de nutrición, ya que podrían beneficiarse mucho de un proyecto como éste”.


Por su parte, el Pay what you feel Café consiste en una convocatoria abierta al público que se organiza una vez al mes, aprovechando los locales -siempre dispuestos a acoger todo tipo de iniciativas comunitarias- de la Iglesia Metodista. Llegas, te sirves, te sientas, y degustas tu comida saludable y tu cake en un ambiente agradable, amenizado además por música en vivo que alguien ofrece (en las dos comidas a las que asistimos, hemos disfrutado de un guitarrista-cantante y de un pianista jazz). Luego dejas unas monedas, en función de tus posibilidades o tu disfrute.

Todas estas actividades son posibles porque a la pareja impulsora de la idea del “Food in Community” se le ha ido uniendo un imprescindible conjunto de personas voluntarias que ayudan en todas las tareas necesarias, desde la recogida y distribución de alimentos hasta la preparación de los menús y la fregada subsiguiente que implican las comidas abiertas.



En fin, otro de los ejemplos inspiradores que nos meteremos en la maleta de vuelta a España.

Niños al aire... y a su aire (carteles 4)

Continuando con nuestra sección “carteles” y también con el tema “infancia” de la anterior entrada, os traigo hoy este discreto ejemplo que encontré en un expositor de materiales de uno de los parques totnesianos, el Leechwel Garden.


Es simplemente un recordatorio para adultos de lo importante que es que los niños jueguen, libremente, a su bola y además al aire libre, “whatever the weather” como dicen por aquí, o sea, aunque caigan chuzos de punta… Bueno, está dicho de forma más elegante, así que traduzco:

Dejad que los niños jueguen
Salten en charcos – Se suban a los árboles
Excaven en la tierra – Vayan a cazar bichos
Hagan pasteles de barro – Bajen rodando una ladera
Construyan una madriguera – Hagan una cadena de margaritas
Creen un jardín para hadas

Jugar al aire libre hace a los niños
Más despiertos
Más sanos
Más felices
Dejad que los niños jueguen

(esta entrada va dedicada a Marta, y al gran Tonucci ;-)



martes, 9 de febrero de 2016

¡Vente a Totnes con niños!

Durante mes y medio, hemos compartido casa y experiencias “british” con Estíbaliz y su hijita Ianna. Esti nos cuenta cómo ha sido vivir con peque en Totnes.

Cuando llegas a Totnes te encanta ver sus jardines, su armonía arquitectónica, la sonrisa de la gente al cruzarte en sus caminos… pero, si vas con niños pequeños, además te sorprende la cantidad de posibilidades que esta comunidad ofrece para hacer con ellos.

El sistema educativo inglés no obliga a escolarizar antes de los 5 años (e incluso permite el "homeschooling" -la educación en casa- más allá de esta edad) y, mientras tanto, un montón de entidades facilitan diversas experiencias para padres con niños fuera de las guarderías y los centros de preescolar. Son varias las propuestas públicas -o no- en las que se facilitan espacios, acompañados de profesionales de la educación, en los que los niños pueden jugar por rincones, desarrollar su juego simbólico, potenciar sus sentidos a través de materiales diversos, escuchar relatos británicos, bailar y cantar canciones populares infantiles, compartir comida orgánica que se cocina allí mismo..., y madres y padres con hijos de edades similares pueden encontrarse, intercambiar vivencias y dificultades o recibir apoyo en la lactancia y en las primeras semanas de vida de su bebé.

Propuestas así son los Play Groups, como el Daisy Play Group del Totnes Children Centre,
que cuenta con apoyo de voluntarios, y que, aparte de la posibilidad de encuentro y juego con otras familias, ofrece -a cambio de una donación de 1 libra al día-, un montón  de “cosas de segunda mano” que cualquier familia necesita, (ropa, calzado, libros, juguetes, carritos, mantitas…) a precios estupendos.  




El amplio sentido “comunitario” de esta gente hace que también las iglesias, como la Methodist Church, organicen, un día a la semana, un espacio de juego para padres y niños en el que correr, saltar, disfrazarse, moldear, montar en triciclo o monopatín, tomar una taza de té o un zumo para los más pequeños… por una aportación de 1,50 libras .Y como siempre con el apoyo estupendo de gente voluntaria ¡y voluntariosa!, que  nos admira con su deseo de hacer “cosas para la comunidad “ a los 73, 80, 87 años…¡Todo un ejemplo del que aprender!

Es llamativo también que las iglesias, como la Church of Saint Mary, tengan dentro de sus templos espacios específicos para los niños y sus juegos; un rincón cálido con montones de ositos de peluches, pequeñas sillitas y lámparas con luz suave, pinturas, cuentos que  hablan  de las celebraciones  religiosas de los distintos tiempos litúrgicos, trabajos plásticos colectivos… y todo ello para ser usado por sus pequeños feligreses o todo niño que necesite un rato de juego a cubierto.
                                                                                 
Pero aún encontramos otras muchas iniciativas, específicas para niños o en las que éstos son“bienvenidos”, como los rincones infantiles de las charities, las consultas médicas con sus juegos y juguetes, los trabajos de “gardening” en los jardines de Totnes, a los que también puedes ir a “trabajar con los más pequeños”, o iniciativas como la de Marvin Bedford , a través de  Musik Garten, en Saint John Church, con la que disfrutar de una educación musical muy bien pensada para bebés y niños pequeños, a precios asequibles; 5,5 libras por día.

Y, además de esto, está la Library, la biblioteca pública, con sus talleres de masajes para bebés, ratos de cuentos con manualidades, como “Little, little" o celebraciones especiales de efemérides como el Día Nacional de las Bibliotecas y su día del Grúfalo, el 6 de febrero.








 
En fin…una montaña de propuestas que gozar escalando, toda la familia.

martes, 2 de febrero de 2016

Rincones verdes en Totnes 1: la ruta de los jardines


Escribiendo estas notas sobre nuestro viaje, a veces tenemos en la cabeza a alguien en concreto a quien dedicamos el texto pensando que podría ser de su particular interés. Pues bien, al redactar esta entrada, tengo en mente a Leopoldo, Felipe y Pablo, mis queridos jardineros segovianos, con el deseo de que la encuentren inspiradora. ¡Va por vosotros, majos!

Pues bien, la pequeña localidad de Totnes, aparte de estar rodeada de un paisaje rural encantador al que se accede muy fácilmente por diferentes caminos y sendas, acoge en su trama urbana una serie de pequeños jardines, a veces diminutos, que además de poner una nota verde en medio del gris de las calles, tienen otras características que los hacen especialmente deliciosos. 

Por cierto, hay un folleto específico, el Totnes Garden Trail, que invita a descubrir y recorrer tres de estos rincones, saliendo de la típica ruta comercial que atrapa al visitante común. Como el folleto explica, son parte de una red de espacios abiertos creados por grupos de la comunidad y organizaciones locales en colaboración con la administración del distrito de South Hams. 

Los repasamos, a través de imágenes, destacando lo más interesante de cada uno de ellos.

Heath´s Garden: junto a la plaza del mercado se encuentra este primer parche verde que hace de agradable entrada desde un aparcamiento. Tiene una zona de hierba, un banco corrido, una escultura de madera para jugar y un mural a partir de dibujos de escolares sobre la historia de este lugar como antiguo jardín del mercado. Así que, desde el primer momento, se percibe esa implicación comunitaria con las zonas verdes, esa intención de que sean espacios compartidos.


Leechwell Garden, situado sobre un antiguo huerto, es el más amplio de los tres. Sin ser muy grande, cuenta sin embargo con una llamativa diversidad de ambientes, desde el jardín de herbáceas, la pérgola, la zona de césped con una fantástica pendiente para hacer la croqueta, los pequeños estanques y una gran estructura para jugar a partir de un tronco. Genial. El agua del estanque y la cacera proviene del pozo de Leechwell, a unos metros del jardín, que según parece es uno de los más antiguos de todo el condado de Devon.


  
 
La entrada del jardín tiene un banco de acogida, con un cartel de bienvenida y algunos recursos sencillos para conocer mejor el lugar y sus habitantes, porque al Leechwell van grupos de escolares con sus profesores y otros grupos a los que atienden voluntarios, ¡cómo no! Por cierto, tampoco falta el cartel donde se recuerda que son bienvenidas las donaciones para mejorar el jardín, que ha sido posible gracias a la colaboración de muchas entidades.



Lamb Garden
es un pequeño jardín que toma el nombre de su uso original como parte del mercado de ovejas de Totnes. Ahora es el punto de información y demostración del programa Gardening for Health (Jardinería para la Salud), que promueve la actividad hortícola y jardinera como una forma de mejorar la salud y el bienestar.





En este mínimo espacio se han habilitado unas grandes jardineras que funcionan como bancales en altura para el cultivo de hortalizas y hierbas comestibles, y una pequeña área de cultivo de arbustos de fruto que inicia en los principios de la jardinería forestal. Así, los lunes, de 2 a 4 de la tarde, quien lo desea puede acercarse a echar una mano a la persona que cuida el Lamb Garden y enseña a los “jardineros” voluntarios que se dejan caer por allí. 

Bueno, pues estos son unos primeros ejemplos de cómo crear zonas verdes agradables y acogedoras, capaces de interesar y divertir a usuarios diferentes, y abiertas a la colaboración de personas con tiempo y ganas de ayudar. ¿Alguna idea importable, jardineros?